Acabo de terminar este libro y no puedo evitar compartirlo aquí. Al menos un trocito; unas líneas de este libro en el que Pepita Cedilla, una profesora sorda, comparte sus experiencias y nos acerca un poquito al sentir y a las dificultades con las que se encuentra en diferentes situaciones de su cotidianidad, entre ellas la lengua oral.
Desde este blog defenderemos siempre el uso del LSE como lengua natural de las personas sordas y la necesidad de que los oyentes sintamos la inquietud de adquirirla para mejorar nuestra comunicación con la comunidad sorda, porque ciertamente, "El Otro, es parte de nosotros".
LA LECTURA LABIAL
(...) Este encuentro me hace reflexionar sobre las situaciones que vivo cuando se me acerca una persona, un rostro, especialmente, si me es desconocido. Lo primero que hago es escucharle, mirando concentrada sus labios y el resto de la cara, los ojos incluidos. Los movimientos labiales son muy sutiles. En esta tarea también colabora mi mente, un gran almacén de archivos con sus frases y clichés acumulados. Si se trata de una cara conocida, sin embargo, mi mente me dice: "esta persona que se acerca me saludará y, más tarde, quizás me informe de alguna noticia nueva, como acostumbra a hacer". Mi cerebro está alerta, busca los archivos relacionados con los saludos que coinciden con los movimientos labiales y con los sonidos turbios que me llegan al oído, a través del audífono. En estos archivos también están guardados los movimientos labiales típicos de esta persona, así como sus clichés propios. Cuando hablo de clichés, me refiero a una serie de frases que se utilizan de forma reiterada cada vez que me encuentro con alguien en determinadas situaciones. Por ejemplo: cuando se me acerca una persona conocida, normalmente la conversación comienza por "hola, buenos días ¿qué tal?.¿cómo estás?, ¿qué haces?". Cuando se acerca alguien desconocido, los saludos son algo diferentes, más formales, más breves.
A veces me encuentro en situaciones en las que no entiendo nada porque, quizás, no corresponden a los archivos que tenía preparados inconscientemente. O porque quizás sea una situación totalmente nueva para mí y, por tanto, no se encuentra entre mis archivos. Lo que me acaba de suceden con el chico que me invitaba a montarme en su moto es un ejemplo de situación que no me esperaba. O, también, puede que existan en el mensaje palabras desconocidas por mí, que no tenga almacenadas. Ante esta última situación pido al que me habla que vocalice más o que me lo escriba, que es lo que, normalmente hago cuando se trata de una palabra desconocida. O, si conoce la LSC (lengua de signos catalana), le pido que me lo traduzca...
Es decir, que no comprendo únicamente a las personas oyentes o la lectura labial sino que colabora el conocimiento del entorno, la deducción, el ánimo, el bagaje existen de lenguaje oral en mi mente debido a las lecturas y las películas subtituladas así como, también los sonidos que me transmiten a través del audífono los restos auditivos que aún me quedan aunque no me lleguen nítidamente.
Con la lectura labial capto una parte del mensaje aunque con cierta confusión. en esta tarea me ayudan los sonidos que llegan por el audífono aunque no sean nítidos y, sobre todo, el conocimiento del entorno. Si entendiera únicamente por lectura labial, me confundiría constantemente. (...)
Para ayudar a comprender el mensaje lo ilustra con una imagen visual:
(...) Entramos en una habitación oscura iluminada solamente con un débil haz de luz que sale de una linterna. Hay un objeto encima de la cama. Si nunca lo hemos visto, ¿podremos imaginar ese objeto cuando lo ilumine la débil luz de la linterna, sin haberlo tocado previamente?. Es difícil imaginarlo. Pero si conocemos previamente este objeto y topamos con él en la oscuridad, lo reconoceríamos aunque la luz sea muy débil y la habitación oscura. Es decir, el objeto conocido previamente es la palabra escrita ya leída, ya conocida y almacenada en la mente. El débil haz de luz sería la labiolectura o los sonidos que llegan del audífono a mi cerebro.
A veces, cuando hay demasiada luz quedamos deslumbrados, por eso no percibimos bien los objetos, como curre con los fogonazos de los flashes. es decir, que aveces oigo demasiado el audífono y no percibo lo que me dicen, sobre todo si suben el tono de voz. (...)
Damos por hecho demasiadas cosas. Se nos olvida a menudo que, el mundo está hábilmente creado desde la diversidad funcional y que ahí se encuentra su grandeza.
Recuerdo haber leído "Momo" con tan sólo 12 años y ya entonces pude intuir lo aburrido y triste que sería vivir en un mundo llenos de seres monocromáticos ladrones del tiempo.
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